A veces no hay que irse muy lejos para encontrar ese mueble que encaja en en lugar perfecto.
Eso es lo que me pasó a mi con este mueble.
Este buró pertenece a la historia de mi chico, él ha estudiado toda la vida con él. Será de los años 70, entonces se llevaban mucho. Estaba en casa de sus padres en la habitación que siempre ha tenido.
Cuando nos vinimos a esta casa, una casa antigua con sus peculiaridades, en el salón hay un retranqueo por el hueco del ascensor, sitio ideal para poner un escritorio. Así que lo visualicé en este lugar y conseguí traérmelo.
El mueble estaba un poco deteriorado, el barniz estaba mal, tenia muchas manchas, los cajones sin fondo y no tenía tiradores.
Así que manos a la obra, primero lo decapé hasta dejarle la chapa, es de chapa natural de cerezo. Y luego bien limpio únicamente lo barnicé con goma laca.
Lo único que no es de chapa es la superficie del escritorio, con decapante y lija conseguí quitarle bastantes ralladuras y manchas, pero aun así todavía le han quedado, la madera las ha absorbido.
El fondo de los cajones con un contrachapado que me han cortado en la carpintería solucionado.
Las he dejado, es su huella del paso del tiempo.
Los tiradores los compré en un rastrillo en Oviedo, sólo tenían seis, así que todavía me faltan dos. Ya los encontraré, visito el Rastro en su búsqueda.
Y ahora tiene una nueva vida, es mi escritorio, siempre invadido y raras veces despejado.
Con este post nos vamos al finde de Marcela
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